El insulto impune

Hoy me ha venido a la cabeza una cosa que me pasó hace años en una cena de empresa. Aquella noche se sentó a mi lado un chico que ya no trabajaba con nosotros pero que se llevaba guay con parte de la plantilla. La cosa es que a los 5 minutos de sentarnos, mi compañera le preguntó por su nuevo curro y él contestó que todo muy bien menos con su jefa, que fatal, porque tenían «un poco lucha de poder y claro, como las mujeres no sois malas ni nada…»

Yo le quería matar (como buena mujer mala que soy) pero es que la compañera que le había preguntado dijo: «eso es verdad» O_o (de esto último ya hablé bastante en la entrada de la sororidad).

Y claro, pues no me aguanté y joder, yo no quería ponerme allí en ese estado de nervios porque no es agradable y era mi cena de empresa, pero qué hago, ¿me callo?

Pues le dije varias cosas a este señor que me acababa de insultar (porque eso fue lo que hizo). Una obviedad tan grande y él no entendía nada, estaba flipando. Claro, nunca nadie le había cuestionado algo así. A ver, probablemente mis palabras cayeron en saco roto aquella noche pero yo que sé, espero haberle hecho pensar más de dos minutos en ello.

Y te entiendo, que estás hasta los pelos de «educar». Yo me he callado miles de veces ante el insulto: por vergüenza, por no incomodar, por no sentirme luego mal, por pereza, para que no me tachen de loca, de feminazi…pero es que no puede ser.

A mí lo que me encantaría es que todas quisiéramos y tuviéramos herramientas para contestar mierdas de éstas. Y ellos, ellos también.

Porque a mí me dijo un imbécil una vez que éramos todas más putas que las gallinas y otro imbécil, que eramos todas unas estrechas, y otro imbécil distinto, que las mujeres nos volvíamos locas con la maternidad. Y en esas tres ocasiones de muchas se me quedaron bastantes cosas por decir.

Bueno, y que me fliparía poder canalizar la rabia en un discurso tipo éste, que es por lo que me he puesto a escribir esta mañana: